Farol de la calle…

J. Enrique Olivera Arce




Con la confirmación por parte del presidente Bush de la construcción del muro fronterizo a lo largo de 2,200 kilómetros, queda claro que han tenido amplia razón quienes ubican físicamente a México en Centroamérica y no en América del Norte. Con ello también queda confirmado también el rotundo fracaso de la política exterior de nuestro país en el sexenio foxista como extensión de una también errática e ineficaz política interna.


Quizá por ello de manera conciente el futuro presidente de México, lejos de buscar coadyuvar activamente en la búsqueda de soluciones viables al conflicto en Oaxaca, esperando que quien será su antecesor le deje la mesa puesta y con el mínimo de problemas, ve de reojo al norte y se inclina por generar expectativas de integración y desarrollo asociado con nuestros vecinos del sur. Sin parara mientes en que para los pequeños países centroamericanos México no entra en sus planes, confiando más en las expectativas que les ofrecen en lo inmediato los tratados de libre comercio con Estados Unidos y formalizando viejas y dolorosas experiencias de complementariedad económica para paliar desempleo y pobreza.


Visión realista de nuestros vecinos del sur, que no ven futuro en el relanzamiento del Plan Puebla-Panamá ofrecido por el presidente electo de México ante el ejemplo vivo del fracaso de dicho instrumento en los estados sureños de su vecino del norte. Amén del prurito y prejuicios que siempre ha despertado en los pueblos centroamericanos el velado “expansionismo” de nuestro país. Sí, el mismo prurito y prejuicios que la mayoría del pueblo de México guarda para con la vecindad del coloso del norte al que paradójicamente también miles de mexicanos contemplan como panacea en la búsqueda de mejores condiciones de vida.


Ajeno a este sentimiento, que por cierto va aparejado al rechazo al Acuerdo de Libre Comercio hemisférico (ALCA) por parte de amplias capas de la población mesoamericana, el presidente electo lleva a Centroamérica la manzana de la discordia. Guardándose ante las elites centroamericanas de señalar específicamente en donde y cuando México invertirá en una proyectada refinería petrolera en alguno de los países vecinos, generando incertidumbre y desconfianza que diplomáticamente se oculta tras la parafernalia del protocolo.


Para los mexicanos, lejos de considerar a la gira de trabajo del presidente electo como un esfuerzo previo a la corrección de nuestra política exterior con América Latina, retomando los lazos políticos, económicos y culturales que nos hermanan y que nunca debieron haberse minimizado, más bien se ve como una manera cómoda de soslayar ó evadir las manifestaciones de rechazo para con su persona y los no pocos y agudos problemas que tienen en jaque a la política interna de nuestro país. Como también cómodo le resulta el condenar las políticas de inmigración de nuestro vecino del norte desde el sur, y bajo el cobijo del rechazo de los mandatarios centroamericanos a la separación física entre el mundo de la prosperidad y el de la pobreza.


Percibiéndose la continuidad de la política foxista de iluminar la calle a costa de la oscuridad de la casa.


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