Los trapos sucios...
J. Enrique Olivera Arce


Los asuntos de familia, como la ropa sucia se ventilan en casa. Pero cuando el cochinero sale a relucir en el tendedero público trascendiendo la intimidad del hogar, el tema se hace del conocimiento generalizado y sin duda da de que hablar.

Es el caso de nuestros partidos políticos cuyas diferencias internas, lo mismo que propósitos, objetivos y buenos deseos, lejos de limitarse al ámbito de sus militancias se hacen del conocimiento público, dando pie a toda clase de conjeturas, especulaciones, críticas, unas fundadas y otras en el camino fácil de la maledicencia, pero todas justificadas en tanto que manchas y remiendos están a la vista de todos.

Y es que nunca faltan los protagonismos y los afanes por estar en los medios, aún a costa del buen nombre de la familia poniendo en evidencia que ninguno de nuestros partidos políticos logra superar la etapa tribal. Unos y otros, a cual más refleja en las declaraciones públicas de sus voceros oficiales y oficiosos lo mismo diferencias ideológicas y políticas que pugnas irreconciliables entre cotos de poder y jaloneo por intereses mezquinos personales y de grupo.

Como quedara registrado la semana pasada con las declaraciones del joven discípulo de Arturo Herviz, Rogelio Franco Castán, dirigente estatal del PRD, quien no tuvo empacho en señalar que para el 2007 su partido ira sólo a la búsqueda de diputaciones locales, sin medir las consecuencias que su dicho podría acarrearle a su organización partidista.

Empujado por su maestro y aspirante a la gubernatura, ensoberbecido por la copiosa votación a favor de la Coalición, quien se dice dirigente no evalúa ni el como es que se lograra tal cantidad de sufragios ni lo que en este momento representa la alianza de su partido con Convergencia y el Partido del Trabajo. Mucho menos toma en cuenta el brete en que está metido el PRD con la impugnación de la elección del 2 de julio. Y sí, carente del conocimiento y dominio de los tiempos, anticipa y anuncia una ruptura con sus aliados ante el ya inminente proceso electoral local del 2007.

Para nadie es un secreto que el PRD en Veracruz en términos prácticos ni cuenta con la militancia y estructura ni mucho menos con la unidad requerida para ser considerado como una fuerza política de primer nivel en la entidad. La copiosa votación obtenida el pasado 2 de julio es fruto de una Coalición que no sólo aglutina a tres partidos, también a las llamadas redes ciudadanas y a miles de ciudadanos sin partido o militantes del PRI que optaran por emitir su voto útil a favor de Andrés Manuel López Obrador y Dante Delgado. Ignorarlo se justifica en un ciudadano ajeno al tejemaneje político, más no así en quien se precia de ser dirigente estatal.

El inexperto directivo abundando en sus declaraciones también hace público que su partido no alcanzó mayor número de diputaciones federales por haber seleccionado a sus candidatos fuera de tiempo, justificando con ello lo injustificable, pues tuvo el mismo tiempo que sus adversarios. Lo que no dijo es que el tiempo se perdió en pugnas internas, en el juego permanente del canibalismo entre tribus, en un pragmatismo coyuntural con el que dieran la espalda a la militancia privilegiando candidaturas externas entre tránsfugas y caciques regionales y porque no decirlo, negociando con el partido en el poder siguiendo el juego del acuerdo para la gobernabilidad y el desarrollo implementado por el gobernador.

El tema da para más y esto debería ventilarse al interior del partido, con espíritu autocrítico y con el propósito legítimo de enmendar el sinnúmero de errores en que el PRD ha incurrido en Veracruz.

Caso similar el del joven ya no tan inexperto, Ricardo Landa, quien en su discurso de toma de posesión como nuevo presidente del CDE del PRI, lejos de guardar las formas, aceptar la realidad y sentar las bases para una auténtica reconstrucción de su partido, tuvo a bien reconocer su subordinación al titular del poder ejecutivo; mentir al afirmar que el PRI “es ahora de los ciudadanos” desconociendo la pluralidad de la sociedad veracruzana; reincidir en la mentira hablando de democracia a sabiendas de que su designación no fue resultado de una consulta amplia entre la militancia sino producto de un “dedazo”; y volver a mentir al afirmar que “los privilegios políticos son del pasado cuando estos están a la vista de todos. Así como incurrir en una aseveración políticamente incorrecta frente al espíritu democrático que debería reinar en un auténtico relanzamiento de su partido, al destacar “que la sana distancia con el gobierno que tanto se pregonó, no debe existir más”. Con ello, lejos de ocultar el mugrero que predomina al interior de su partido, lo sacó a la luz del sol exhibiendo a la familia.

Ni el partido es de los ciudadanos, ni los privilegios son cosa del pasado. Tampoco se puede hablar de sanas distancias que nunca han existido, cuando su designación es fruto de la perversa cercanía entre partido y gobierno. Esto y otras cosas, más que el tiempo, son el principal enemigo del priismo a vencer para sacar con éxito la elección del 2007. Si ello no lo entiende el joven dirigente, entonces si será el tiempo y los ciudadanos los que en su momento le abran los ojos.

En la misma tesitura se encuentra el tendedero de ropa sucia que se hace público tanto en las tribus del PAN como en las de Convergencia, Panal, PT y similares. Todos, sin excepción, asumen ser de los ciudadanos cuando a nadie escapa que son simples clubs copulares, aglutinación de cotos de poder y usufructuarios de prerrogativas que sin consulta previa con la ciudadanía se autoasignan en un sistema construido a modo para que nuestra clase política pueda vivir cómodamente del erario público.

Cuando menos deberían tener la delicadeza de lavar su ropa sucia en casa, asistir con traje nuevo y a la moda en cada elección y reconocer que los mexicanos aún no contamos con auténticos partidos políticos.
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