Foxilandia, medida de todas las cosas
J. Enrique Olivera Arce


El primer derecho de un pueblo, antes incluso que elegir a sus gobernantes, es ser pueblo.
Juan Jacobo Rousseau


A diez días de los comicios federales es grato constatar que no pasó nada que pudiera haber enturbiado el clima de tranquilidad y paz social en que los mexicanos sustentamos nuestro quehacer cotidiano. La lumbre no llegó a los aparejos como algunos vaticinaran y la rispidez y el encono político electoral en la mayoría de la población, no ha ido más allá de la natural incertidumbre que generara una final de fotografía. El proceso electoral no ha concluido, siguiendo su curso en los términos previstos por la Constitución General de la República y leyes secundarias procedentes y, en su momento, llegará el día en que quien resulte perdedor en la contienda tendrá que aceptar la derrota y el vencedor asumir la alta responsabilidad de conducir los destinos del país, así sea únicamente por voluntad expresa y legal de uno de cada cinco ciudadanos en edad de votar.

La elección del 2006 pasara a la historia como un hecho inédito digno de recordarse y en el país de no pasa nada las hoy encrespadas aguas volverán a su cauce normal, dejando como única huella digna de tomarse en cuenta a la debacle de la antaño poderosa maquinaria electoral que dejara de ser partido, revolucionario, e institucional para asumirse como un apéndice de lo que ya venimos identificando como PRIAN.

Quince gobernadores venidos a menos, entre ellos el de Veracruz, se abocarán a rescatar de entre las ruinas lo único que queda de valor, los varios millones de mexicanos que en los estertores del aparato, hicieran de tripas corazón y votaran por el hoy extinto fruto de la Revolución Mexicana. Quince gobernadores que con enjundia pragmática con toda oportunidad vislumbraran la conveniencia de estar con Dios y no con el diablo en su afán de servir con fidelidad y eficiencia a sus gobernados. Quince gobernadores que anticipándose a los resultados constitucionalmente válidos procurarán cubrirse las espaldas para no ser calificados por el verbo presidencial como renegados.

Fidel Herrera Beltrán, con el colmillo retorcido, tanto como su recorrido en su perenne batallar político, se anticipa en igual forma a sus homólogos y en un sin igual golpe mediático a la par que se desdice de todo acuerdo en lo oscurito con el gris sedicente presidente electo se pronuncia como el acompañante perfecto del hombre bueno que en Roma será canonizado, para compartir con éste las glorias celestiales. Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, pero primero Dios creador de todas las cosas y así, como centro del espectáculo en el templo veracruzano dedicado al comercio internacional, denominado en idioma inglés, rodeado de su séquito se cura en salud conviviendo con la alta jerarquía eclesiástica.

¿Y porqué no? ¿Acaso no fue el entre los quince quien mejor estuviera en el ánimo de Vicente Fox?

La llamada izquierda electoral entremezclada como agua y aceite en el fondo de un envase multicolor en el que destacan apenas pálidos amarillos, el naranja y el rojo, derrotada aún antes de competir, al grito de al ladrón, al ladrón va tras sus despojos, pocos por cierto, pues no tiene nada que salvar ni le queda nada por festejar. De entre los escombros acaso recogerá una experiencia más de un tortuoso pasado tribal preñado de un canibalismo a tono, en el que cual medieval expresión de su pequeñez hace del sectarismo religión. A río revuelto, logrados sus propósitos la mancuerna Camacho-Ebrard y las redes ciudadanas marcan distancia con el PRD y se aprestan para en el 2012 intentar un nuevo asalto a Los Pinos.

No así la izquierda social, que no tiene nada que perder, los llamados renegados educados en la paciencia infinita de entre las cenizas ven renacer sus esperanzas fallidas, sus anhelos de justicia y su memoria histórica. Hoy puede ser y confían en la sentencia favorable de los tribunales a los que apelan independencia arbitral. Pero si no es hoy, será mañana, confiando en que algún día el pueblo reivindique su derecho a ser pueblo.

Y así, en el país de no pasa nada, a diez días de la elección México vive en calma chicha, frente a una realidad que ni es ni se le deja ser, al fin y al cabo hoy por hoy Foxilandia es la medida de todas las cosas.