Veracruz, el rescate
J.
Enrique Olivera Arce
Pulso
crítico
En un clima viciado
por el rejuego electoral anticipado, insisto, el darle vueltas y más vueltas a
la noria y el fluir de ríos de tinta mediática en torno a la crisis financiera
de la administración pública estatal, hace perder de vista lo principal,
destacando lo accesorio.
Una economía
estancada con tendencia recesiva, deriva en desempleo, bajos salarios y esto,
en más pobreza y deterioro del tejido social, cerrándose el círculo perverso con
el retroceso de poder de compra y consumo interno, deteriorando aún más
la dinámica económico productiva de la entidad. Espiral inserta en una crisis
nacional y globalizada, que niega oportunidades de reactivación y
crecimiento.
Y si bien las
finanzas públicas, evidentemente quebradas, son importantes y no se pueden
obviar en el contexto, en tanto estas dejan de retribuirle a la sociedad lo que
en calidad y cantidad le corresponde aportar al aparato gubernamental, no es el
único factor que negativamente incide en el proceso económico estancado y
recesivo.
El gobierno por sí
no genera empleos ni abate pobreza y, aunque su papel es de estimulador,
dinamizador, regulador y auspiciador, valiéndose lo mismo del gasto que
de políticas públicas, es a los sectores privado y social de la economía
a quienes correspondería directamente el hacerse cargo del complejo problema
del crecimiento en el ámbito de su competencia.
La planta
productiva, actual en la entidad pasa por una crisis de capacidad instalada ociosa
y obsoleta y, potencialmente de espaldas al ahorro, capitalización, formación y
calificación del recurso humano, e innovación tecnológica, lo mismo en los
sectores primario y secundario que en el de servicios. Dándose la impresión de
que se pretendiera que el gasto público por sí solo, resolviera un
déficit histórico que coloca a Veracruz entre las entidades federativas con
mayor atraso relativo no obstante su rico bagaje en recursos naturales y
ubicación geoeconómica de frente al mercado.
Esto último parece
hacerse de lado en especulación, chismorreo, dimes y diretes, golpes bajo la
mesa, fuego amigo e invento de fantasmagóricos enemigos, en torno al tema de la
deuda pública y corrupción impune, en el marco de la adelantada campaña por la
sucesión en el gobierno de Veracruz.
De ahí que si se
habla de rescate, éste se limite a una administración pública indolente,
desordenada e ineficiente, por decir lo menos, haciéndose de lado lo
verdaderamente relevante como lo es el aparato productivo y su incidencia en la
dinámica económica de la entidad.
Algunas voces se
levantan atribuyendo estancamiento y desequilibrio a una crisis nacional y
globalizada, que por cierto no se previó con oportunidad no obstante las
tempraneras señales. El mal es de todos, es el país y el mundo entero y,
por tanto, no hay por donde hacerse para librar sus efectos, dicen. Ejemplos y
experiencias de otras entidades federativas que van en el mismo barco, les
desmienten, pues si no hay solución para un fenómeno salvaje y globalizado,
cuando menos se observa que hacen el intento con resultados medibles y
encomiables sumando el esfuerzo conjunto del sector gubernamental, privado y
social.
Veracruz requiere
de un despertar generalizado. La política política, con énfasis en lo electoral,
ni funciona ni es la solución ante una economía postrada. Quién alcance la
gubernatura de dos años, sin una visión de conjunto y de futuro, seguirá
dándole vueltas a la noria, por muy capaz y eficiente que sea como servidor
público. Más, si la estrategia proselitista está orientada a satisfacer a
todos, con promesas vanas, a sabiendas de que muchos son los llamados pero
pocos los que en verdad serán beneficiados con el pretendido rescate de la
administración pública estatal y municipal. Lo hoy prometido será exigencia y
reclamo no satisfecho mañana. Que necesidad.
De lengua me como
un plato, dice el refrán. Lo difícil y con un alto costo es hablar con verdad,
viendo de frente a una realidad real lacerante que no aguanta más mejoralitos
asistenciales. O se atiende al aparato productivo con nuevos enfoques,
compartiendo y distribuyendo responsabilidades, o Veracruz seguirá siendo la
fábrica de pobres que hoy no queremos ver y mucho menos aceptarlo como un
fenómeno del que todos por comisión u omisión, somos responsables.
Hojas que se lleva el viento
Lastimoso en verdad
el intercambio verbal entre el gobierno estatal y Universidad Veracruzana en
torno al subsidio que la sociedad otorga a nuestra máxima casa de estudios. La
rectoría atendiendo a sus responsabilidades exige y la administración pública, sin el menor pudor, regatea un recurso que por ley le obliga.
Pagando los platos rotos no solamente la comunidad universitaria, también la
sociedad veracruzana que impotente y al margen del falso debate, observa como
asfixiando a la
Universidad el gobierno duartista sin visión de futuro atenta
contra la educación superior pública y contra la formación profesional de
calidad del recurso humano que la entidad requiere para su crecimiento y
desarrollo.
Los veracruzanos no
podemos quedarnos cruzados de brazos, el diferendo entre Javier Duarte y la Universidad Veracruzana
nos compete a todos, estando en la obligación de exigir que el subsidio a
nuestra máxima casa de estudios no sea potestativo para el gobierno, como
afirma el secretario de planeación y finanzas, sino obligación insoslayable.
La sociedad no
puede quedarse callada ante la soberbia de un gobernador omiso que con todo
desparpajo dice: “No le debo nada a la Universidad ”.
Xalapa, Ver., 11 de
septiembre de 2015.
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