Peña Nieto: Las reformas van
+Zonas Económicas Especiales
J. Enrique Olivera Arce
Pulso crítico
Partiendo de la
idea de que el sexenio duartista está agotado, no creo tenga sentido seguir
dándole vueltas a la noria en torno al enlodado par de tenis colgados a la
puerta de palacio. Hoy más que nunca los veracruzanos debemos dejar atrás el ominoso
pasado reciente y poner el énfasis en lo que sigue, el rescate de un
Veracruz postrado que exige de sus hijos el mejor esfuerzo, la más diáfana
visión de futuro y el compromiso de sacar, entre todos, al buey de la barranca.
¿Se podrá dar este
paso adelante?
Es lo que me
pregunto al observar a un pueblo dividido y apático, más no por ello entregado
lamiendo sus cadenas. El malestar, la indignación, el hartazgo y rechazo al actual estado de cosas en cada vez
más amplios sectores de la población, mantiene viva la resistencia pero, no
basta resistir, hay que pensar, proponer, rescatar lo rescatable, construir y
elevarse por sobre la mediocridad de una clase política que renunciando a su
papel en la búsqueda del bien común, fiel a su dinámica e intereses poco
claros, nos mantiene en calidad de
infantes secuestrados
Reflexión nocturna
que no por simple elucubración de un tundeteclas trasnochado, deja de cobrar
vigencia como uno más de los muchos buenos deseos de acompañar a Veracruz en la
búsqueda de mejor destino. Es el confiar en la fuerza del nosotros por sobre la
debilidad del yo, individualista,
domesticado y esteril.
Como reflexión para
mis adentros está bien, pero a lo nuestro.
El tratar de
entender que pasa en nuestro entorno doméstico y nacional bajo el encuadre de
una crisis que abarca la globalidad del mundo, no prevista por quienes nos
gobiernan o deshonestamente ignorada,
para hacer del saqueo paradigma de proyecto de país al que debemos
someternos.
Y es en este marco
que no deja de preocupar la obviedad del hecho de la imposición de reformas y
políticas públicas que, a más de no estar sustentadas en un diagnóstico serio y
a profundidad de lo que es México, hoy y lo que ha sido a lo largo de su
historia. El triunfalismo sin sustento que perdiera al gobernador de Veracruz y
el que nos ofrece Peña Nieto en su mensaje relativo al Tercer Año de mandato,
lo confirma.
Haciendo caso omiso
de la realidad real y de la historia que le retroalimenta, el proyecto de
nación neoliberal va, al precio social que haya que pagar y sin prever las
consecuencias, igual que como tampoco hubo talante previsor frente a la
globalidad de un mundo y un sistema económico y social en crisis Es un catarrito
temporal, dijo Cartens en su momento y, sobre esa imprevisión se dejó correr el
tiempo y se pactaron con la complicidad activa de la partidocracia, las reformas presuntamente estructurales. El
catarrito diagnosticado en el sexenio de Felipe Calderón, resultó ser neumonía
y el parasetamol institucional aplicado desde los inicios del gobierno peñista,
para la administración y control de daños, remedio equívoco e insuficiente para
minimizar y paliar las consecuencias en un México que hoy por hoy se escurre
entre los dedos.
Cartucheras al
cañón, quepan o no quepan, dijo Peña al congreso cortesano, y las reformas van
contra corriente, sin freno a la vista que se oponga a la caída. La debacle
económica marcha de la mano de la profundización de la crisis institucional,
acunando más desigualdad, más pobreza, más violencia, más corrupción y más
impunidad, en medio de un estado de derecho que no merece credibilidad y
confianza.
Contra todo y
contra todos, las reformas van, insiste Peña Nieto y, en concordancia, de facto
y antes de anunciado el esquema de zonas económicas especiales, el titular de la Sagarpa indica que por
instrucciones de Los Pinos, las reglas de operación de los programas a su
cargo, “se modificarán para bien”… buscándose “convertir los subsidios
asistencialistas en incentivos a la productividad, impulsar y hacer barato el
crédito, fortalecer la tecnificación de riego y la modernización del agro,
innovación tecnológica e integración de cadenas de valor y ordenamientos de
mercado”. Sin aclarar sobre que agro habrá de actuarse, habida cuenta de que en
el México rural conviven la propiedad social y privada de la tierra, así como
formas de vida tradicional y “moderna”, predominando la pulverización
parcelaria, la agricultura de temporal y
de autoconsumo, la pesca artesanal ribereña, la explotación irracional de
nuestros bosques, así como usos y costumbres ancestrales en la producción de
alimentos.
No. A espadas de
esta realidad, el Estado mexicano implementará reformas tendientes a modificar
la estructura agraria de México, por decreto y desde arriba, pretendiendo lograr
que los productores con más saliva se traguen el pinole, excluyendo a los menos
aptos y menos competitivos hoy aferrados a una parcela antieconómica que no
concurre al mercado con la eficiencia y eficacia que demandan los circuitos mercantiles.
El campo al servicio del mercado bajo las reglas del mercado, en la que el
Estado, al margen, premiará a los ganadores,
como de facto ya sucede en el sector agropecuario, forestal y pesquero
“moderno”, de alta concentración de
capital e innovación tecnológica.
Morelos y Zapata
son historia no considerada. La tierra será de quien la trabaje bajo esquemas
de dominación propios de la hacienda, ahora neoliberal, reduciéndose el papel
de nuestros campesinos minifundistas, mano de obra barata, a simples siervos acasillados
del gran capital doméstico y extranjero.
Y en esta escalada
tendiente a borrar todo vestigio de reforma agraria cardenista (por
“populista”), la política económica sometida a los designios del mercado
global, se hace acompañar de una política política llamada a polarizar aún más
a la sociedad mexicana. O estás con el Estado neoliberal o estás en contra y a
favor del populismo de Estado, es el mensaje de Peña Nieto. No hay medias
tintas, enfrentando al México bronco de los desposeídos con el México de una
minoría que, respondiendo a recetas
extralógicas, le apuesta a destiempo a
la modernidad privatizadora y empobrecedora del primer mundo.
Y las reformas van,
no hay vuelta de hoja en el proyecto transexenal pactado entre poderes fácticos
y partidocracia. Cueste lo que cueste y se oponga quien se oponga es el
mensaje. Hasta que la terca realidad -parafraseando
a Carlos Puebla-, mande a parar haciendo prevalecer, como en los territorios
libres zapatistas, el mandar, obedeciendo la voluntad del nosotros por sobre el
egoísmo individualista del yo que anima y retroalimenta el proyecto peñista del
absurdo.
Hojas que se lleva el viento.
Me pregunto si el
deterioro del tejido social es reflejo de una clase política insensible, corta
de miras y excluyente o, a la inversa, si la clase política es reflejo,
consecuencia objetiva del deterioro de una sociedad conformista e incapaz por
sí misma de dejar atrás el dejar hacer dejar pasar, y comprometerse por un cambio positivo que
coloque al país en el camino del progreso y el bienestar equitativo para todos.
Mi reflexión personal no encuentra respuesta ni está a mi alcance dilucidar en
qué momento sociedad y su llamada clase política, se hicieron uno para conformar un único
proceso de deterioro que en todos los órdenes se vive en México.
Mi amigo Melitón
Morales Domínguez, director y propietario de la revista Análisis Político, con una experiencia de 37 años en la brega
periodística, me dice que si quiero dormir a pierna suelta, a mi edad debo
dejar de idealizar el bosque pensando que lo que cuelga de las matas de coco son
peras y perones. Quizá tenga razón.
Xalapa, Ver., 3 de
septiembre de 2015
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