La sucesión en el “Pacto por
México”
J. Enrique Olivera Arce
Pulso crítico
Esto de sumarse a
la especulación y a los dimes y diretes que ocupa a los círculos políticos y
medios de comunicación en torno a la sucesión del gobernador fallido en
Veracruz, tiene su chiste, el secreto, a decir de los que conocen del paño,
está en hacer coincidir el mensaje de nuestra particular bola de cristal
con lo que la audiencia quiere escuchar, que al fin y al cabo en materia
electoral todo cabe en un jarrito.
Quedando
ampliamente demostrado que en el juego de adivinanzas, cualquiera puede
participar sin temor a equivocarse, o todo lo contrario, pues siempre existe la
opción de corregir, bien sea por un oportuno cambio de camiseta o bien, porque
la audiencia giró 180 grados en sus preferencias…
Como también esta
más que demostrado que una opinión favorable o adversa, para los aspirantes que
sueñan con alcanzar la candidatura que les permitirá contender por la
gubernatura de dos, cinco o seis años, según el caso, ni les va ni les viene.
La especulación de aquí o de acullá les resbala. Estos ya tienen definida
aspiración, estrategia, discurso, parafernalia y un buen de votos duros; salvo
una verdadera catástrofe, no están dispuestos a enmendar la plana porque fulanito
o zutanito en sus elucubraciones se orinara dentro o fuera del bacín en un
legítimo intento por quedar bien con la audiencia, con el aspirante de su
preferencia, o con el que paga dado el caso, como suele suceder en el aldeano
quehacer periodístico.
Para el opinador,
profesional o amateur, lo que cuenta es participar que por cierto, no cuesta;
haciendo gala de más o menos un barniz de cultura política o, como dice
un laureado columnista a sus inteligentes lectores, sabiendo conjugar el verbo
en pluscuamperfecto para que el garabato guarde congruencia con artículo,
adjetivo, adverbio y demás monsergas gramaticales que en los tiempos que corren
ya están en franco desuso. Audacia es el juego y participar opinando en
futuro perfecto es el contexto. El papel aguanta todo, audiencia y
aspirantes a un cargo de elección popular también.
Tras esta brevísima
introducción, en este escenario quiero decir a mis cuatro lectores (uno a
favor y tres en contra) que tienen la suficiente paciencia para seguir generosamente
mis maquinazos, que quien aquí especula al incursionar fuera de lo ortodoxo de
la opinión generalizada de los profesionales, no necesariamente orinaba fuera
del tiesto en textos anteriormente publicados, afirmando que la sucesión
estaría determinada por el interés del Sr. Peña en consolidar y hacer
trascender sus llamadas “reformas estructurales” –que a mi juicio no son tales
sino simples recetas dictadas por los organismos financieros internacionales-,
en un proyecto transexenal neoliberal, privatizador y empobrecedor. Ni
compadres ni padrinazgos, tendrán cabida fuera de este propósito.
La cruda y amarga
realidad presente, habla por sí misma. La designación antidemocrática de
presidentes del CEN tanto del PRI como del PAN y seguramente del PRD que está
por definirse, confirma que el llamado “Pacto por México” signado por el Sr.
Peña y las principales fuerzas electorales de la derecha, sigue vivito y
coleando. Las declaraciones cupulares de Manlio Fabio Beltrones y Ricardo Anaya
cerrando filas en torno al presidente y sus “reformas” neoliberales para evitar
el retorno en 2018 del populismo de Estado, no tienen desperdicio. Sin medias
tintas de por medio, claro y contundente el mensaje partidocrático dice al
pueblo de México que contra todo, contra todos los que se opongan y a cualquier
costo, el país seguirá transitando por el sendero neoliberal.
Más claro ni el
agua de antaño, cristalina y potable. Las próximas elecciones de gobernadores
deberán sujetarse al dictado del “Pacto por México”.
O se está con la
fórmula presidencial o se está en contra y, en esta tesitura, la designación de
candidatos del PRIAN y satélites, responderá a lo que más convenga al proyecto
transexenal del poder real, representado formalmente en el gobierno por
el Sr. Peña.
Manlio Fabio
Beltrones y Ricardo Anaya, serán los que en nombre del Sr. de Los Pinos dirán
la última palabra en sus respectivos ámbitos partidistas. No pueden ni deben
equivocarse al reagrupar el rebaño, el horno no está para bollos en
un país que al borde del desastre día con día se le achica lo mismo el precio
del petróleo que el presidente.
Lo paradójico es
que en el caso del PRI el populismo al que se pretende combatir es la argamasa
que da sustento al dinosaurio redivivo. Luego la búsqueda de la unidad en
el seno del tricolor y en torno a Peña y sus reformas, será interna y de
franco enfrentamiento a la dinámica inercial del asistencialismo populista y
demagógico practicado por décadas. Lo que de antemano obliga a pensar que
de aquí para adelante, el discurso proselitista ofreciendo y prometiendo el oro
y el moro al ya volátil voto duro, entrará en franca contradicción con el
propósito de unidad de un PRI que le apuesta por mandato presidencial a dejar
atrás la sana distancia con quien manda en Los Pinos.
Y es en este marco
en el que nos atrevemos a reiterar sin temor a equivocarnos, que por lo que
toca a Veracruz, los candidatos del PRI y PAN-PRD, serán aquellos que más se
identifiquen y comprometan con el proyecto peñista, al margen de padrinazgos y
compadrazgos. Certeza que por cierto nos lleva a pensar que el deteriorado
gobernador fallido no tocará baranda a la hora de proponer, votar o vetar,
habida cuenta de que su pésimo desempeño cual cero a la izquierda, no abona
nada a favor de los propósitos peñistas.
De ahí que será la
tónica, intencionalidad y nivel de compromiso con las llamadas reformas
estructurales del discurso, la que, para el mirón de palo en que nos ha
transformado la democracia representativa simulada, sea la mejor señal de quien
será el candidato de Peña Nieto-Beltrones, o de Peña Nieto-Anaya, para el mini
gobierno de dos años en Veracruz en el 2016, esto como anticipo de lo que viene
en el 2018.
Si nos equivocamos,
no hay purrum, decía mi maestro de lenguas muertas. De eso se trata el pitorreo
y especulación como sustento de la política como deporte estatal. Si la audacia
es el juego en un juego arbitrado por la partidocracia y cuyo resultado final
será dictado desde la cúpula de la pirámide, nuestros cuatro lectores no podrán
echarnos en cara que le sacamos el bulto a opinar sobre una contienda electoral
en la que como buenos ciudadanos de a pie, conjugando el verbo en pasado,
presente o futuro, todos resultamos perdedores.
Hojas que se lleva el viento
El economista y
político Rafael Árias insinúa que en materia electoral, todo es posible y, entre lo posible, el que
una mujer, independientemente del partido que le postule, pudiera alzarse
con la mini gubernatura de dos años en la entidad. El argumento, a mi juicio
válido, es que las féminas de todas las clases sociales son mayoría en una
sociedad regida por usos y costumbres machistas. No se puede hacer de lado que
esta mayoría es cada vez más participativa, más preparada, más congruente entre
lo que piensa, dice y hace en la vida pública o privada, e indudablemente
mas consciente de la necesidad de enfrentar una terca realidad real cuyo mayor
impacto social y económico se refleja en el creciente empobrecimiento de la
familia y carencia de oportunidades para los hijos.
Lástima Margarito,
le diría el clásico al maestro Árias. Las reglas del juego electoral diseñadas
por una añeja partidocracia obsoleta, discriminatoria y excluyente sólo
contemplan la inclusión de la mujer en actos simulados, como queda claro en la
designación cupular de la
Secretaría del CEN del PRI para los próximos años. Flor de
ornato, diría la abuela.
Xalapa, Ver.,
agosto 19 de 2015.
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