Control de
daños
Por J.
Enrique Olivera Arce
Los días corren, sumando. Autoritarismo,
desinformación y cortinas de humo a modo encaminadas a desviar la atención del
respetable, están muy lejos de frenar la ola de indignación y protesta que
invade la apacible paz social del país de aquí no pasa nada.
La crisis política en México tiende a
profundizarse. Desde el epicentro de la República los tres poderes de la Unión no le encuentran la
punta al mecate. Un hasta ahora frustrado esfuerzo por encauzar el control de
daños por la vía institucional, se diluye entre desgarre de vestiduras, dimes y
diretes de una clase política que tardíamente intenta tomar conciencia de que
el daño les concierne, y no precisamente en el ámbito electoral.
No hay distingo partidista ni de encumbrados
personajes, la ola del ¡Que se vayan todos”, a todos afecta por igual. De ahí
la paranoia y el todos contra todos en el reparto de culpas.
El presidente Peña, rebasado el primer
círculo de sus colaboradores, toma el toro por los cuernos y se hace cargo de
la conducción de la administración del conflicto y control de daños, así sea
únicamente en los terrenos de lo mediático.
Hace un llamando a todas las fuerzas
políticas a cerrar filas en torno lo mismo a las instituciones republicanas que
a un combate frontal de corrupción e impunidad. Después del niño ahogado, un
nuevo pacto en previsión a “otro Ayotzinapa” que ponga en riesgo ya no a un
régimen político cuya crisis parece irreversible, sino a la supervivencia del
Estado mexicano como tal.
Y en esas estamos, con la salvedad de que la
correlación de las fuerzas políticas convocadas, ya no tiene como referentes
a gobernadores, partidos políticos y agrupaciones formales de la llamada
sociedad civil vinculadas a la simulada democracia representativa. El México de
hoy ya es otro, muy diferente al de 2013. La resistencia social
entró en escena, llamando por su lado a parar.
La correlación de fuerzas políticas parece
haber mudado a la calle. Frente a una clase política rebasada, a la defensiva,
confundida e incapaz de discernir lo que en política representa el “efecto
mariposa”, las fuerzas políticas reales se manifiestan en protesta y
reclamo, manifestaciones, marchas y bloqueos de una movilización social que
tomando conciencia de su fuerza, se pronuncia por resistir a los embates
de un régimen político que siéndole adverso le ofende y le lastima.
La falsa representación popular institucional
pagando el precio de su soberbia, desnuda queda frente a una resistencia
ciudadana que no sabe, ni desea saber, de pactos cupulares que prolonguen en el
tiempo su estatus de secuestrado por la corrupta y voraz partidocracia cuya
crisis toca fondo en medio de otra crisis, la de una economía que no despega en
la medida de lo deseable, ni tiene para cuando bajo el modelo neoliberal de
desarrollo adoptado; incrementándose desigualdad, pobreza, exclusión y, de
paso, violencia en todas sus manifestaciones.
El llamado presidencial borda así en el
vació. El equilibrio está roto. Las fuerzas políticas formales marchan en
solitario, divorciadas de la fuerza real que toma la calle.
Son ya más quienes expresan indignación
y hartazgo que quienes están a favor de mantener el nocivo clima de corrupción
e impunidad. Es a los primeros a los que convendría escuchar para actuar en
consecuencia convenciendo con hechos del imperio de la ley, sin distingos ni
privilegios. Pretender pactar con los corruptos, no es el mejor camino para
abatir impunidad y la gente lo sabe, exigiendo ¡Que se vayan todos”; mostrando
en donde es que se ubica la fuerza social y política real y por donde es que
hay que caminar para restañar heridas en un esfuerzo auténtico por controlar
los daños.
Y en este escenario se viven en México los
prolegómenos del proceso electoral 2014-2015, destacando las carencias de
visión de Estado e incapacidad de la llamada clase política para ubicarse en
los tendidos. Como respuesta al control de daños propuesto por el presidente
Peña, sin el menor asomo de humildad los partidos políticos anteponen su
interés mafioso anticipando rotundo triunfo para sus candidatos en las urnas.
Esto sin parar mientes en que de seguir las cosas como van, lo electoral pasa a
ser lo que menos importe a una población adulta en su mayoría montada en la
indignación, protesta y resistencia.
El México del 2015 ya no será igual al de
2012. Ni dudarlo.
La respuesta a la actual crisis que vive
México no está en las urnas. Elegir a los mismos para que todo quede igual, o
peor, no es opción. El pacto social está roto, vulnerado el estado de derecho,
y esto no se resuelve bajo la mecánica tradicional de la política electoral.
El daño infringido al Estado es mayor y así
debería considerarse. El control de daños requiere de cirugía también de mayor
calado; debiendo contemplar la regeneración del Estado desde abajo, con la
participación consecuente y responsable de las fuerzas políticas legítimas. El
futuro de México está de por medio, no puede ni debe sustentarse en decisiones
de barandilla que señalan culpables, pero que no resuelven el problema de fondo
en un país en el que la corrupción y la impunidad lo es todo.
Hojas que se lleva el viento
El camino está despejado. Con la decisión de la SCJN de no avalar la consulta
ciudadana sobre la reforma energética, “el andamiaje esta lísto” para acoger la
inversión privada en la explotación de los recursos energéticos que algún día
fueran patrimonio nacional.
-ooo-
¿Y Veracruz? Muy bien gracias, todos
contentos aprestándonos para asistir a una justa deportiva que en esencia nos
es ajena, pero que nos da la oportunidad de valorar la importancia del circo
cuando el pan escasea. Cd. Caucel, Yucatán., Noviembre 5 de 2014.
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