El México de Peña, y el otro.
Por J. Enrique Olivera Arce
“El gobierno ya no
puede ignorar la contradicción que existe entre el país pujante, moderno y en
movimiento que se presenta al mundo, y
el endeble Estado de Derecho que padece México de manera cotidiana”, CIDAC
Finalizando el mes
próximo pasado escribí sobre la contradicción de un presidente de México que
pretendiendo ganarse un lugar como estadista en el concierto internacional, en lo
interno da palos de ciego mientras el
país se le escurre entre los dedos.
De acuerdo a los
últimos acontecimientos ampliamente difundidos por la prensa nacional e
internacional, algo hay de eso, confirmando una percepción que gana consenso:
el fracaso de Peña Nieto y sus reformas.
Señalaba que “Incongruencia
tras incongruencia, el México cotidiano de millones de mexicanos no se
corresponde con el México que el Sr. Peña Nieto pretende conducir a lo que el,
los poderes fácticos, y sus círculos cercanos conciben como modernidad…”
La realidad lo
confirma en el abigarrado mosaico nacional. La criminal masacre de normalistas
en Iguala, Gro., y la ola de inconformidad y protesta que tal suceso provocara
a lo largo y ancho del país, habla por sí de la existencia de dos Méxicos, el
que el Sr Peña nos quiere vender con sus reformas presuntamente estructurales y
el real que arrastra históricamente el peso de un subdesarrollo estructural no
superado que se intenta suprimir por decreto y con una buena dosis de autoritarismo
ciego.
Si. El México que
llegando tarde a un neoliberalismo trasnochado se ofrece al mundo como paradigma
de transformación, cambio y apertura a la modernidad, y el México bronco y profundo que, en medio
de exclusión, desigualdad y la pobreza, exhibe
las llagas abiertas de un subdesarrollo agravado por una constante de corrupción
e impunidad que le corroe hasta los huesos.
Dos Méxicos que
siendo contrarios entre sí, se entrelazan, alimentan y retroalimentan
conformando como unidad indisoluble la realidad real de un país que no aprende
de la historia.
El dos de octubre del
68 y el 26 de septiembre de 2014, marcan de manera indeleble el peso específico
de una carga histórica de autoritarismo y violencia de Estado, en un México que
secuestrado por los más oscuros intereses de un régimen político que se niega a
sí mismo como instrumento de cambio y transformación, se regodea auspiciando
inmovilidad y retroceso.
La contradicción se
agudiza. El régimen político caduco ya no le es funcional al Estado mexicano; el
subsistema de partidos políticos ya no da más ni ofrece muestras de renovarse.
Entre el descrédito público, grosero pragmatismo y representación simulada, los
partidos políticos nacionales y locales no cumplen ya con la función que la sociedad
les asigna.
A los afanes “modernizadores” del presidente
de México que exigen limpieza étnica y social para avanzar en la consolidación
del modelo neoliberal de crecimiento que propone, la realidad real, la del
México profundo, se le opone mostrando el puño cerrado de un pueblo que
retomando memoria histórica, se organiza, moviliza y no cede en la defensa de soberanía nacional,
territorio y derechos individuales y sociales conquistados a lo largo del
tiempo.
Y en este proceso e agudización
de contradicciones y crisis recurrentes de la vida económica, social y
política, aún falta mucho por hacer para enderezar la nave, lo mismo trátese de
imponer el modelo neoliberal en todas las regiones y sectores del país, que
para frenar y dar para atrás a éste propósito. Los dos Méxicos, empantanados y confrontados,
de seguir así las cosas habrán de vivir las páginas más ominosas de la historia
moderna del país.
El PRI gobierno en su
penuria moral no cejará en su intento de imponer el pensamiento único y la resistencia
y protesta social irá en crescendo. Lo que hoy lamentamos calificándolo como
crimen de Estado, es apenas la punta del iceberg de un Estado-Nación que en su
deterioro y pérdida de rumbo cierto, todo cambia para seguir igual.
El vacío de poder y con
ello la pérdida de control político y gobernanza, se hace presente en diversas
regiones del país. El mismo Sr. Peña lo califica como un fenómeno grave que hay
que detener, llamando a los gobernadores a cerrar filas en el fortalecimiento
de las instituciones republicanas. No me lo dejen sólo, es el grito de auxilio
del aprendiz de brujo, mientras el deterioro del tejido institucional y social
avanza y se cuela como la humedad a todos los rincones del país.
Lo más grave es que
como resultado de la agudización de las contradicciones, se derive hacia el
camino de estériles luchas intestinas. Esperamos que no sea así, nadie desea en
México una balcanización al estilo de Europa oriental. ¿O sí?... La
interrogante queda en el aire.
Hojas que se lleva el
viento
Y mientras el país
decide si va al baile a invitación de las muchachas, en Veracruz su gobernador
montado en la cresta del arco iris, se preocupa y ocupa del como librarse de
los que “escupen para arriba”, sin la
más mínima consciencia de que él es el
problema.
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