El soldado también vota



Por J. Enrique Olivera Arce





Nuestras fuerzas armadas históricamente no son de castas, sus filas se nutren del pueblo llano, mexicanos expulsados del mercado del trabajo, víctimas de la pobreza urbana y rural que encuentran en el ejército o la armada un medio honesto de vivir, un empleo remunerado que les permite formar y sostener una familia, encontrando en este expectativas de progreso y relativo bienestar que en sus orígenes les fuera negado, aunque la excepción hace la regla.



En el servicio activo, lo mismo oficialidad que sus subordinados, responden corporativamente a la institución que les cobija; leyes y reglamentos emanados de la Constitución General de la República norman su conducta individual y colectiva. Manifestándose en todo tiempo con orden, disciplina, espíritu de cuerpo, sacrificio, y sentido del deber contraído bajo solemne juramento.



Paradójico, soldado y marino son tales en tanto forman parte del colectivo castrense, en estrecha unidad dialéctica con la institución a la que sirven, sin perder su individualidad como ciudadanos libres.



En lo individual cada elemento no deja de ser ciudadano, con voluntad propia, ubicación social y responsable de sus actos para con su familia y para con la sociedad. Distinguiéndole de los demás por su carácter de servidor público encuadrado en las fuerzas armadas. El ingreso de un joven mexicano lo mismo a las instituciones de educación militar y naval ó a cualquiera de las unidades del servicio activo a lo largo y ancho del país, no le priva de sus derechos individuales y sociales, ni le libra de sus obligaciones ciudadanas.



Aspecto éste último que por lo regular es ignorado en el marco de la vida política nacional. Contemplándose a las fuerzas armadas como un todo institucional y corporativo, que se rige por sus propias reglas inscritas en el fuero de guerra que la ley le otorga, acatando el papel que le corresponde como sostén de las instituciones republicanas y, en algunos casos, como “poder fáctico” que pesa e influye en la toma de decisiones del ejecutivo federal.



Más no se considera que las fuerzas castrenses están integradas por mexicanos de carne y hueso, hijos o padres de familia, con obligaciones para con la comunidad y con derechos a salvo que, como a cualquier otro mexicano, le otorga nuestra Ley Suprema con las limitaciones establecidas en la propia legislación.



Salvo claro está, cuando  -peyorativa y mediáticamente- se hace mención a un soldado o marino acusado de violentar la ley al extralimitarse en sus funciones en el cumplimiento del deber ó, traicionando su alta encomienda, se pasa al lado de los facinerosos. Caso, este último, desafortunadamente muy común en los tiempos que corren mereciendo la reprobación de la sociedad y el escarnio en los medios de comunicación..



O también cuando un soldado o un marino mueren en el cumplimiento de su deber, demagógicamente es reconocido discursivamente su aporte individual a la Nación por los personeros de la política y la administración pública. Hasta ahí.



Pero se olvida que el soldado y el marino como ciudadanos mexicanos también votan.



 No por los partidos o candidatos que el mando superior les sugiere o impone, sino por aquellos que su conocimiento y conciencia individual identifican con sus intereses inclinaciones y simpatías. Estando muy lejos de considerarse como voto corporativo el sufragio emitido por cada uno de los elementos castrenses en activo.



Jugando así el soldado o marino un doble rol en la vida política nacional. Interesante dicotomía en la que por un lado, institucionalmente está obligado a guardar lealtad al gobierno republicano y al jefe supremo de las fuerzas armadas y, por otro, en lo individual y al margen de las leyes castrenses a que voluntariamente se somete, jugando el papel de ciudadano con los límites que la propia ley establece; mexicano libre y en pleno uso de sus derechos y deberes para con la comunidad. Pudiendo no sólo votar por cualquier partido político de su preferencia, sino incluso sufragar en contra del partido del cual emanara el propio comandante supremo de las fuerzas armadas.



De ahí que ante la proximidad de los comicios presidenciales, valga la pregunta: ¿Por qué candidato votarán soldados y marinos, hoy sujetos a un irracional desgaste físico, moral y social?



De cómo cada soldado o marino procese lo que anida en su memoria histórica dependerá el sentido de su voto, bajo la premisa de que nuestras fuerzas armadas están integradas por ciudadanos que no deberían negar origen, identidad, y el lugar que ocupan en la escala social, sin negarse a sí mismos.



Hojas que se lleva el viento



Como digno de reconocérsele al Sr. Dr. Duarte de Ochoa es la decisión que tomara en relación al proyecto minero “Caballo Blanco”, rechazándole “por considerar que no es un proyecto viable y que es incompatible con las características ambientales de la zona donde pretende operar. Ya que una extracción minera de estas características generaría impactos negativos irreversibles al medio ambiente de la región, y un alto grado de riesgo para la población”. Ha sabido escuchar y actuar a tiempo en un tema de la mayor relevancia para los pobladores de los municipios de Actopan y Alto Lucero, así como frenar con toda oportunidad un nuevo escándalo que ya se cocinaba en los círculos ambientalistas nacionales e internacionales. Enhora buena.

Xalapa, Ver., 26/02/2012