Última oportunidad para Andrés Manuel



Por J. Enrique Olivera Arce



El lento pero constante ascenso de Andrés Manuel López Obrador en las preferencias electorales, va conformando un escenario para julio próximo que, comparado con el de 2006, le ofrece mayores posibilidades de éxito frente a sus oponentes. El marco económico y social del país en la coyuntura, le es favorable en tanto es evidente el fracaso del PAN como partido en el gobierno, así como se va confirmando que con el PRI la alternativa es una nueva versión de gatopardismo, ya no soportada por una población empobrecida que exige cambios profundos de rumbo y destino para México.



A ello habría que agregarle que ninguno de los panistas que aspiran a la primera magistratura del país, están a la altura del reto que ofrece el paliar la crisis global de un modelo económico y social cuyos efectos tienen al mundo al borde del desastre. Ni Enrique Peña Nieto, precandidato único de la alianza PRI-Verde Ecologista, está en condiciones de mantener el nivel de preferencia electoral que alcanzara como gobernador de Edomex. Todo lo que sube tiende a caer y el mexiquense ya inició su descenso tras sus pifias y el conocimiento público de su vida privada. Para la gente bonita de clase media, Peña Nieto cayó del pedestal tele novelero al dar a conocer sus aventuras extramaritales que le convirtieran en padre irresponsable y villano de la película.



Lo que está  en duda es si Andrés Manuel contará con la estructura electoral que le respalde tanto a lo largo de la campaña como en el momento de la elección. Pues una cosa es el Movimiento Nacional de Regeneración Nacional (Morena) que le cobija al cien por ciento y otra, muy distinta, son los partidos políticos que le postulan. Tanto el PRD como Movimiento ciudadano y PT, dejan aún mucho que desear en tanto se mantienen a su interior serias contradicciones que operan en contra de la unidad de la Coalición “Movimiento Progresista”. El carácter tribal de la estructura perredista parece ser el principal impedimento para una acción común concertada y consecuente.



La necesidad objetiva de tomar como eje central a la candidatura presidencial de Andrés Manuel para unificar programática y operativamente a las “izquierdas”, se diluye frente a los intereses particulares de las distintas fuerzas tribales y sus personeros que, con la vista puesta en candidaturas de gobernadores, senadores y diputados federales, se alejan de la unidad exigida. Pareciera que la tradicional pugna por cuotas de poder se impone por sobre la razón de Estado que debiera esgrimir la izquierda electoral.



El Distrito Federal da un ejemplo de ello. Resuelta la precandidatura a la Jefatura de Gobierno el estira y afloja en torno a los aspirantes a ocupar las diferentes Delegaciones de la Ciudad de México es un todos contra todos, perdiendo de vista tanto el objetivo central de respaldo a la candidatura presidencial como al propio Miguel Ángel Mancera.



Este fenómeno se repite en todas las entidades federativas, lo mismo al interior del PRD como en el PT y Movimiento ciudadano. Perdiéndose lo más por lo menos. Sin dejar de considerar que se contempla a “Morena” como un ente extraño y ajeno a los intereses de los partidos coalicionados que no pierden de vista que después del 2012, Regeneración Nacional se lanzará a la búsqueda del registro como el partido aglutinador de las diversas fuerzas progresistas del país. “Morena”, por su parte, contempla al PRD con desconfianza y prejuicios, por cierto bien ganados.



Aún con todas estas limitantes, suavizado el discurso y haciendo amarres lo mismo con la pequeña y mediana empresa que con distinguidos exponentes de la vida económica, cultural, académica y social, en busca del voto de los indecisos, día con día Andrés Manuel López Obrador fortalece su posicionamiento en la contienda por la presidencia de la República.



Su diario peregrinar por todo lo largo y ancho del país le resulta redituable electoralmente frente a su principal oponente que, perdido aún entre dimes y diretes y sujeto a ajustes de última hora de las condiciones en que se sustentará la plataforma electoral de la Coalición PRI-Verde tras el rompimiento con el Panal, no logra aún el consenso al interior de su partido en torno a su candidatura.



Y, por otro lado, la aún indefinición de quien resultará abanderado designado por Calderón, tiene dividido al PAN, perdiendo un tiempo precioso.



Ventaja que López Obrador está obligado a mantener, so pena de caer en el triunfalismo que le perdiera en el 2006. Lo atípico del proceso electoral en curso y lo reñida que se espera sea la contienda, no le permite dormirse nuevamente en sus laureles. Es la última oportunidad para Andrés Manuel y, como bien dice Uriel Flores Aguayo, la “tercera llamada” para que las llamadas izquierdas recapaciten y marchen unidas en torno al objetivo de la toma del poder político en México.



Lo que habría que preguntarse entonces, es si los tres partidos políticos que se asumen electoralmente como de izquierda, así como sus promiscuos dirigentes, están dispuestos a renunciar a sus canonjías y prebendas y apostarle con todo al cambio que exige el pueblo de México. De ello depende en lo sustantivo el que López Obrador –si se lo permiten los poderes fácticos- alcance la presidencia.