Mérida, “Ciudad de la Paz

Por J. Enrique Olivera Arce



"Disculpas se piden cuando se tiene la culpa, nosotros no tenemos la culpa de nada"
Ivonne Ortega Pacheco

Mérida, “Ciudad de la Paz”, declarada así por organismos internacionales en enero del presente año al encontrarse entre las 100 ciudades más seguras y pacíficas del mundo, pareciera hacer honor a ello, pues cuando se recorren sus calles, avenidas, plazas y mercados, todo indica que los meridenses viven en paz, conviviendo en armonía y brindando su tradicional hospitalidad a quienes les visitan. Pero no todo es miel, a últimas fechas entre los yucatecos se percibe una corriente de opinión que piensa y se expresa en contrario: la paz y la armonía está rota, las autoridades estatales y municipales se han encargado de vulnerar la tranquilidad, me comentan.

Para quien esto escribe y seguramente para las oleadas de turistas que gozan de las bondades de una entidad federativa cuya principal riqueza es su gente, no deja de extrañar el que se ponga en duda el que reine la paz y la concordia en un pueblo por principio enemigo de la violencia y la confrontación estéril. El observar los toros desde la barrera, es engañoso, las apariencias engañan, me comentan algunos amigos yucatecos que me ponen al tanto de los últimos acontecimientos en la ciudad blanca, que enfrentaran a la alcaldesa con sus gobernados.

Tan suele no pasar nada en Mérida que afecte el clima de tranquilidad que, cuando algo pasa, es porque realmente pasa y los medios de comunicación se encargan de hacer más grande el borlote.  Aún desde el otro lado de la barrera, al observador interesado no deja de llamarle la atención la violencia innecesaria con la que se agrediera a un grupo de manifestantes que se oponen a una obra vial con el argumento de que se atenta contra el patrimonio del Siglo XX y altera el paisaje urbano, en una zona por demás paradigmática, como lo es el Paseo de Montejo.

Agresión a los ciudadanos en la que todo indica que la responsabilidad recae en la arquitecta Angélica Araujo, alcaldesa priísta de Mérida, tanto por su cerrazón al diálogo como por la participación activa de conocidos porros cercanos a la edil en el “zafarrancho” de marras. Sin dejar de considerar una posible provocación, ¿de quién?, esa es la incógnita por despejar pues son muchos y variados los interesados en mecer la cuna, tanto del PAN como del propio PRI en el que el fuego amigo está a la orden del día.

Para la sociedad yucateca, en especial la clase media meridense, no importa tanto la extracción partidista de sus gobernantes, si estos al frente de la administración pública se manejan con transparencia, auspician inversión, crecimiento económico, ahorro y empleo, sean priístas o panistas, y si la obra pública es eficaz en sus alcances y beneficia al mayor número posible de ciudadanos. Sobre esta base se construye el consenso o el disenso en torno a la acción de gobierno.  El mayor o menor grado de una sana convivencia pacífica, respeto y tolerancia entre diferentes de ello depende, haciendo prevalecer la mayor de las veces el clima de paz social y tranquilidad.

Las diferencias políticas se dejan para el tiempo justo de los procesos electorales. Como es el caso que nos ocupa, que refleja, a partir de las dos únicas opciones electorales viables, polarización social y política, calentamiento de los ánimos y el estira y afloja en torno a los posibles candidatos a la gubernatura estatal, en un proceso electoral local que coincide con la elección presidencial del 2012. Escenario en el que los dos más importantes diarios de la entidad, beligerantes y atendiendo a conveniencia a intereses encontrados, meten basa en el juego electoral.

Con el regreso del PRI con el vetusto costal de mañas al hombro, con Ivonne Ortega y Angélica Araujo a los gobiernos estatal y municipal, me comentan, “el orden establecido” se rompe. Las frivolidades, rechazo al diálogo y autoritarismo de ambas servidoras públicas, así como la opacidad de las administraciones a su cargo dejan mucho que desear de la “alternancia”, provocando confrontación político partidista y malestar ciudadano.

Así las cosas, la escaramuza en la ahora ex “glorieta de la Paz”,  se inscribe circunstancialmente en el marco de la pugna sexenal del poder por el poder, sin que pueda calificarse como extraordinaria y, mucho menos, como una movilización social generalizada de repulsa a las autoridades vigentes que pusiera en riesgo tranquilidad y paz social. Apenas se trató de un grupo de vecinos que no encontrando respuesta a sus  insistentes intentos de ser escuchados por la autoridad municipal, optaron por la protesta pública y pacífica, actuando al margen de cualquier sigla partidista, hasta que se les montaran personeros priístas y panistas politizando la protesta ciudadana.

Pero no puede descartarse que con la intervención del PAN y del PRI, pretendiendo llevar agua a su molino,  el evento en cuestión  pudiera ser considerado como prolegómeno del proceso electoral del 2012, habiéndose registrado ya una primera víctima política, al afirmarse que se le cortaron las alas a la delfín de la gobernadora, Angélica Araujo, al no meter Ivonne Ortega las manos al fuego en defensa de su correligionaria y aspirante a sucederle, en previsión al papel destacado que se estima tendrá la gobernadora como cabeza de playa en el sureste  tanto de de Carlos Salinas de Gortari como de Enrique Peña Nieto para  la contienda por la presidencia de la República.

En atención a su imagen, Ivonne sacrifica a su delfín, lavándose ls manos en aras del papel que le toca desempeñar en el 2012, se comenta, abriendo el abanico a otras opciones priístas a las que se les despeja el camino.

Paradójicamente el “zafarrancho” y lo que sigue, no necesariamente frena la dinámica de crecimiento económico sustentada principalmente en el ahorro interno e inversión local, productiva y social, pese a que la generación de nuevos empleos formales en Yucatán registra ya estancamiento. La política en Yucatán, a diferencia de otras entidades federativas en México, tiene sus límites, así como el contrapeso de un pujante sector empresarial que vela por sus intereses.

Los yucatecos lo saben, por lo que no le apuestan fácilmente a perder lo más por lo menos. El alto grado de participación ciudadana y el debate en torno al futuro inmediato, se expresan en los hogares en donde objetivamente se decide la intención del voto, pero hasta ahí.

Para quienes somos simples visitantes de a pié, Mérida sigue siendo la ciudad blanca, hoy “ciudad de la paz”, remanso de tranquilidad que invita al disfrute de su riqueza cultural y bonhomía de su gente.