El Talón de Aquiles del PRI


Por J. Enrique Olivera Arce

  

Aunque a mi juicio resulta extemporánea, la advertencia del pre candidato del PRI a la presidencia de la República a sus correligionarios, llamándoles a abandonar “prácticas de antaño” que, a diferencia del pasado hoy no contribuyen al triunfo electoral, pone el dedo en la llaga, reconociendo Peña Nieto que el Talón de Aquiles del Priísmo del Siglo XXI, es el haberse quedado anclado en la primera mitad del siglo precedente.



El PRI no cambió a pesar de las lecciones de sus derrotas sucesivas en la elección presidencial del 2000 y 2006. La porra, la matraca, el acarreo el lunch de pasadía  del voto duro, y candidatos a conveniencia, recrea las viejas y gastadas prácticas que en el pasado dieran sustento al tricolor como partido político hegemónico en México. Los mismos rostros, el mismo obsoleto discurso triunfalista, y la fe ciega en un pasado que para el priísmo fue mejor, ya no se acomodan a las circunstancias presentes de una realidad que les desborda.



La intoxicación por la ingesta de alimentos en mal estado de más de 700 acarreados al registro de un candidato del PRI en Guerrero, prendió la luz roja, alertando a Peña Nieto sobre la necesidad de renovarse. Demasiado tarde, a mi juicio, “Roma no se construye en un día”. A escasos cuatro meses y medio de la elección presidencial y relevo de senadores y diputados en el  Congreso de la Unión, lo que no se cambió para bien en los últimos 10 años, no se cambiará de la noche a la mañana por decreto.



Prueba de ello es el acto de registro de Beatríz Paredes Rangel  como precandidata del tricolor al gobierno del Distrito Federal. Entre los asistentes sólo faltó el imperturbable Fidel Velázquez, sempiterno “charro” de la CTM.



Dinosaurio es no por viejo, sino por no reconocer el carácter dinámico de la sociedad sobre la que actúa. En la percepción de la gente, así se le contempla. El PRI en su etapa de obsolescencia perdió visión y madurez, retornando a un infantilismo que ya no cabe en los andrajos. El voto duro ya no es el de antaño; el acarreo, fanfarrias y matracas, es apenas triste reflejo de lo que antes fuera el poderoso ganador de todas las batallas. La sociedad en medio de la pobreza y la exclusión, creció en número y en acceso a la información; hoy los sin partido, mejor preparados, superan con creces al voto duro partidista sustentado en un corporativismo que a Dios gracias ya no existe.



La perversa práctica de explotar políticamente la pobreza de la gente, convence por necesidad a unos cuantos. La mayoría de los mexicanos le condena y le repudia. El pretender hacerse de votos trocando tortas por sufragio, en su contra se revuelve. Ya no más demagogia y simulación le dice la gente a un PRI que, en su arrugada piel todo le resbala.



Peña Nieto, o más bien sus asesores, así lo están entendiendo, pugnando por un cambio de fachada. No fue reacción frente al discurso de Josefina Vazquez Mota, ni pretender desplazar por la izquierda a las izquierdas, aseguran sus voceros. Es reconocer una realidad antes negada. Demasiado tarde: “Árbol que crece torcido sus ramas jamás endereza”. Tras la arrugada epidermis, late un corazón que, en sus estertores, ya no acepta sangre nueva. Todo priísta, salvo muy raras excepciones, es así y así lo será por el resto de sus días. El cambio que exige el México de hoy, es su verdugo histórico. Lo saben.