Veracruz debe despertar. Nuevo gobierno, nuevos retos

Por J. Enrique Olivera Arce




“La aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba por ser complicidad; la cobardía es un consentimiento; existe solidaridad y participación vergonzosa entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo deja hacer”
Víctor Hugo




La oscura pesadilla se acabó, despertemos. Veracruz inicia una nueva etapa que esperemos sea positiva en todos los órdenes de la vida social y económica de la entidad. Si hay progreso y bienestar compartido, la política se enriquecerá por añadidura. Pero antes de echar las campanas al vuelo, anticipando lo exitoso de los resultados de nuevas tareas frente a nuevos retos, en lo que apenas es el inicio, para mi gusto tendríamos que establecer un mínimo de consenso en torno a algunas premisas que por lo que a mi juicio toca, a todos nos conciernen.

Javier Duarte de Ochoa, es gobernador constitucional de Veracruz, estando todos obligados a reconocerle como tal, así como considerar su compromiso ineludible, como mandatario de la voluntad popular, de gobernar para todos. En tanto esto no se de, manteniéndose el clima de confrontación y mutuos agravios entre diferentes fuerzas políticas a las que aún no les cae el veinte de que las elecciones de 2010, son tema superado, no existen condiciones para avanzar en las tareas sustantivas del crecimiento económico y combate a la desigualdad, pobreza. y amenazas a la seguridad de las familias.

Ha quedado confirmado que no todo Veracruz es rojo o azul. Somos una sociedad plural. Atención y respeto entre diferentes debería ser la pauta a seguir para una sana convivencia y suma compartida de esfuerzo y creatividad.
Debemos ser conscientes de que Javier Duarte de Ochoa iniciará su gobierno atado de manos; compromisos cupulares, pago de facturas y amigos incómodos, son vicios encarnados en la vida política nacional. El que llega tiene que arrastrar con la basura acumulada a lo largo de una campaña política exitosa, o la que bajo la alfombra deja el antecesor. El reto personal para el gobernador será soltar amarras en el menor tiempo posible e imponer su estilo personal de gobernar, ejerciendo “el pinche poder” sin compartirlo.

Es condición sine qua non el que con honestidad intelectual aceptemos las realidades de estancamiento y atraso relativo de la entidad en el contexto nacional. Si se parte de un triunfalismo sin sustento, dando por sentado que en todo vamos bien, rechazando de entrada nuestras propias limitaciones, no hay nada por hacer, todo está resuelto. Duarte podría irse desde ya de vacaciones y no pasaría nada.

El principal enemigo a vencer es la corrupción y la impunidad. Si esta lacra social no se combate a fondo, todo esfuerzo para avanzar es bordar en el vacío. Lo mismo peca el que mata la vaca que el que le agarra la pata, la honestidad, honradez y rechazo a los bienes mal habidos, empiezan en el hogar y el gobierno estatal y partidos políticos así lo deben auspiciar y reflejar.

El sistema estatal de educación requiere de una amplia fumigada, a fondo y a todos los niveles, limitando la sumisión a la interferencia del sindicalismo magisterial en la definición, toma de decisiones, y operación de programas encaminados a abatir el rezago educativo. Premiar la corrupción, el corporativismo, y la simulación sindical, alienta estancamiento y retroceso..
La justicia social parte de la equidad, sin esta lo primero es demagogia y slogan de campaña sin relevancia alguna.

La inversión pública es palanca del desarrollo no substituto del trabajo, ahorro, inversión y reinversión de la sociedad en su conjunto. El paternalismo políticamente interesado, así como el asistencialismo oficial indiscriminado y no el apoyo y respaldo a la producción, mantiene per se pobreza y desigualdad, sin posibilidades reales de abatirle. Igualdad de oportunidades sí, pero equidad conforme a lo que cada quien aporta al bienestar colectivo. Una nueva cultura del esfuerzo aplicada a generar trabajo, bienes y servicios en cantidad y calidad a la altura de nuestra particular circunstancia, debería ser, de todos, objetivo y meta por alcanzar.

El potencial para el despegue económico de Veracruz está en el campo. Sin la producción primaria, integrada regional y sectorialmente como generadora de empleo, materias primas y alimentos, las actividades secundarias y terciarias carecen de sustento real para su crecimiento y consolidación. Ello implica cambios radicales en el modo de hacer las cosas, planeación y voluntad política para reordenar y reconvertir la economía estatal. No es deseable ni posible seguir subsidiando con cantidades crecientes, bajo la falacia de que son generadoras de empleo y paz social, a aquellas actividades productivas y a quienes las hacen posibles que, de manera reiterada, expresan agotamiento, obsolescencia y fracaso económico-financiero, mientras mantenemos a la economía campesina de subsistencia y a las comunidades indígenas en total desatención y abandono.

El éxito de un buen gobierno estriba en su aporte a la construcción de la vida democrática y participativa de la sociedad en su conjunto. Formar ciudadanos conscientes, responsables, críticos, y no clientela política, prostituida y manipulada, es la tarea. Planeación, seguimiento, control y evaluación participativa, sería deseable para la aplicación racional y transparente del gasto público, así como para el fortalecimiento de la responsabilidad ciudadana en la búsqueda de respuesta a sus carencias y necesidades.

Reordenación y reconversión económico-productiva, obliga a señalar que el buen juez por su casa empieza. La estructura orgánica y tareas asignadas a las diversas dependencias y entidades de la administración pública estatal, exigen pronta revisión y ajustes, privilegiando complementariedad y coordinación, evitando duplicidad de funciones, despilfarro de recursos humanos, materiales y financieros. Austeridad, racionalidad y evaluación del impacto social y económico del gasto, como fórmula para sanear las quebradas finanzas públicas y ofrecer eficacia en la atención a la ciudadanía, es lo deseable.

Podrían enumerarse otras muchas condicionantes para el buen comienzo de la administración pública estatal que hoy inicia. Expertos y técnicos de gran valía con que cuenta la entidad, tendrían mucho que aportar al respecto. Quien esto escribe, como lego, simple ciudadano de a pie, se aventura a mencionar lo más obvio que, como observador preocupado por el destino de Veracruz, percibe.
Tocará al Dr. Duarte ponderar lo que recibe y en que condiciones, para trazar los cursos de acción que mejor convengan a su gobierno y a la entidad, así como lograr el mínimo de consenso que le permita sumar y multiplicar el concurso de las mayorías a la búsqueda de respuestas a nuestra compleja realidad. Los hechos, los logros y el bienestar creciente de la población, y no la manipulada intermediación mediática, deberán hablarán por sí mismos.

No sería nada deseable que el gobierno de Javier Duarte culmine derrotado y cuestionado como el que hoy concluye. Veracruz no pide, exige, mejor destino.
Desde estas líneas mis mejores deseos para un exitoso nuevo gobierno, tras la pesadilla vivida, con el ferviente deseo de que ésta no vuelva a reinar en territorio veracruzano.

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