Rousseff, marxista y ex guerrillera, primera mujer presidenta del Brasil.

Por J. Enrique Olivera Arce





Hecho histórico sin precedente en América Latina.

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, destacó hoy, en su primer discurso tras asumir la presidencia. "Mi compromiso es honrar a las mujeres, proteger a los más frágiles y gobernar para todos".
ABC Internacional




Dilma Rousseff hoy tomó posesión como Presidenta de Brasil, con la difícil tarea de mantener la misma aceptación de su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, tanto en la política interna como de admiración y reconocimiento internacional por la pujante estrategia económica y liderazgo político regional con una “sana distancia” de los Estados Unidos.

Hecho histórico, a más de insólito. Cuando el mundo parece volcarse a la derecha en un proceso de retroceso social en todos los ordenes frente a la crisis sistémica global, Brasil, con una de las economías más prósperas de América Latina, será gobernado a partir de hoy sábado 1 de diciembre, por una mujer progresista, destacada estadista, congruente e intelectualmente honesta. Si el arribo de Barack Obama al gobierno del país más poderoso del mundo, rompiera con paradigmas sólidamente arraigados en el mundo anglosajón, el acceso de Dilma Rousseff a la presidencia del poderoso subcontinente sudamericano, no tiene parangón en una América latina machista, con gobiernos en su mayoría de derecha, y sensiblemente enemigos jurados de la equidad de género y de la ideología marxista, a la que dan por muerta y enterrada.

Con 63 años se convirtió en octubre en la primera mujer en ganar unos comicios en esa nación sudamericana, que hasta hace unos años arrastraba severos problemas de desigualdad, pobreza y de desempleo, así como sujeción a los organismos financieros internacionales y al llamado “Consenso de Washington” y sus recetas neoliberales. Sólo con el apoyo de un gobierno exitoso, presidido por un ex obrero metalúrgico, líder sindical progresista, constructor de una de las más amplias alianzas de la izquierda en América Latina y, con un muy amplio margen de aceptación a su gestión, ha sido permisible el ascenso hoy de Dilma a la presidencia.

Los ocho años que Lula gobernó no aliviaron del todo rezagos históricos y grandes males del subdesarrollo de la sociedad brasileña, pero sí dieron un impulso inédito que, a juicio de prestigiados analistas, cambiaron la visión internacional del Brasil considerándosele hoy como una de las economías más sólidas y prometedoras del planeta.

Corresponderá a la Sra. Rousseff, y a un gabinete en su mayoría integrado por colaboradores de Lula Da Silva, probados y eficaces funcionarios públicos, el darle continuidad y profundización al proceso de transformación estructural y fortalecimiento de las políticas públicas de corte social y progresista de inclusión y combate a la desigualdad y la pobreza. Cuando menos estas son las expectativas esperanzadoras del pueblo brasileño, reflejados en declaraciones periodísticas de líderes de opinión de diversas tendencias políticas.

Fenómeno ejemplificador para una pulverizada, dogmática y sectaria izquierda latinoamericana, pero también para la reivindicación de la igualdad y equidad de género, perdida en un feminismo a ultranza, tan sectario como esteril en sus alcances.

Específicamente, por lo que a nosotros toca en México, para la llamada izquierda electoral, que muy lejos de construir un frente amplio en torno a un programa mínimo consensuado que sume y no divida, se pierde y aleja de las fuerzas progresistas, apostándole a las alianzas con su enemigo histórico, la ultraderecha cobijada en el PAN y el PRI.

Ya en lo tocante a nuestra gatopardista aldea veracruzana, es muy poco lo que se puede decir. La izquierda electoral, en los hechos, ha dejado de existir; reducida a grupúsculos que respondiendo a posicionamientos canibalescos tribales de la cúpula perredista nacional relacionados con los procesos electorales del 2011 y 2012, se pliegan acríticamente a un gobierno estatal, neoliberal y por principio reaccionario, que sirve a los poderes fácticos que controlan la vida social, económica y política del país y de la entidad. El nuevo paradigma establecido con la ascensión de Dilma Rousseff a la presidencia del Brasil, le pasará de noche, preocupada y ocupada en respaldar la aprobación de políticas públicas contrarias al interés de las mayorías.

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Imagen/ REUTERS