Dos variantes de un mismo tema


Por J. Enrique Olivera Arce



Dejo Mérida minutos antes de iniciarse el festejo con el que las autoridades estatales y municipales celebraran el que organismos internacionales, incluyeran a la ciudad blanca, con más de un millón de habitantes, entre las 100 ciudades más seguras y pacíficas del mundo.

Retorno a Xalapa, con la percepción de que dejo una ciudad enfrascada en sus propias y peculiares contradicciones y contrastes. Un norte próspero y pujante con todas las ventajas urbanísticas e inmobiliarias que no es común observar en la mayoría de las capitales de nuestras entidades federativas, contrastado con un sur de la ciudad, pobre, excluido de la modernidad y del interés de las autoridades por su desarrollo y bienestar de la gente, asiento de “colonias dormitorio” pobladas con migrantes del interior del estado y entidades vecinas, en su mayoría indígenas de origen maya.

Políticamente multipolarizada, la ciudad concentrando más del 50% de la población del estado, vive el derrumbe de un panismo que no asimila aún la derrota en la reciente elección municipal, careciendo del cómo y con quién recuperar la gubernatura y, un PRI que, aunque fragmentado, ya anticipadamente trabaja en la sucesión de Ivonne Ortega Pacheco que tendrá lugar en el 2012.

Esto en el marco de un gobierno estatal en el que la Sra. Ortega Pacheco auspicia la división del partido en el poder, a la par que se confronta con lo más representativo del mundo empresarial yucateco, expresión del poder fáctico que determina rumbo y destino de la Península; perdiendo aceptación entre la clase media y media alta por su altanería y frivolidad como estilo personal de gobernar.

Situación esta última que se agudiza a raíz de la intempestiva y sorpresiva presencia en Mérida de Carlos Salinas de Gortari, con el fin expreso de disciplinar a Ivonne Ortega Pacheco, como se interpretara entre los meridenses a los que no escapa el hecho de que su gobernadora está encaprichada en no aceptar fácilmente que se le imponga desde el centro a Emilio Gamboa Patrón, “el chupón” –así se le conoce localmente-, como candidato del PRI a la gubernatura en el 2012.

Arribo a Veracruz, enterándome que en el World Trade Center -sede oficiosa del gobierno estatal-, se le rendía homenaje al ex presidente Venustiano Carranza, con motivo del 96 Aniversario de la Promulgación de la Ley Agraria. Horas más tarde, leía en los medios informativos en línea, el contenido del boletín oficial y la versión publicada del evento en cuestión. Resultándome paradójico que en el discurso y lo declarado a la prensa, la trascendencia histórica de la Ley Agraria como antecedente del reparto cardenista de la tierra y del proceso inconcluso de Reforma Agraria, pasara a segundo plano. El Ejido, las Comunidades Agrarias y la reivindicación de una justicia social que nunca llega, no pesan en el ánimo de una nueva clase política que carece de conocimiento y sentido de la historia.

Paradójico pero lógico. No podía esperarse otra cosa.. Tras el desmantelamiento en el sexenio del priísta Carlos Salinas de la infraestructura de soporte al campo, la apertura legal a la privatización del ejido, y el TLCAN, tratado asimétrico de libre comercio que pusiera en desventaja al sector agropecuario nacional, -con el beneplácito de las organizaciones agrarias, corporativas y clientelares-, la visión que hoy se tiene del sector rural, responde estrictamente a la concepción neoliberal de un capitalismo en decadencia. El mercado como ley suprema, con productividad y competitividad mercantil individualizada como doctrinas dominantes, es objeto de culto; a la par que se “resuelve” pobreza y exclusión del sector social con la caridad nociva del asistencialismo. Nadie advierte que el modelo neoliberal está agotado, a más de inviable en la realidad veracruzana, como panacea de rescate, recuperación y expansión de la economía agraria.

La verborrea vertida en el espacio denominado en el idioma y concepción de nuestro principal socio comercial en el TLCAN, ignoró al campesino, a la agricultura de autosubsistencia, al ejido y comunidades agrarias, como expresiones aún vivas de la realidad del campo veracruzano. Privilegiándose el interés de una minoría de productores agropecuarios privados, enfocado a una presunta mayor competitividad y rentabilidad económica.

Pobreza, desigualdad, minifundismo, vaciamiento y migración en el agro, pérdida de soberanía alimentaria, así como exclusión y pobreza extrema en las comunidades originarias, rezagos históricos no superados, son prietitos en el arroz que no tienen cabida, salvo para retóricas promesas economicistas, en el discurso y en los hechos del neoliberalismo en el poder.

Una vez más, desde el World Trade Center, ante una clase política insensible e improvisados “campesinos” acarreados, el triunfalismo sin sustento y el aplauso fácil vuelve a las andadas.

No estoy soñando. Me encuentro nuevamente en el terruño, con su también necia realidad, asumiéndose que el escenario de fondo es la preparación anticipada de la maquinaria electoral priísta para lo que viene en el 2012. Promesas y compromisos difíciles de cumplir, por delante en el discurso oficial. Pareciera que el Dr. Duarte de Ochoa nuevamente está en campaña.

Fuentes: E-consulta ; Política al Día ; Imagen del Golfo ; Entorno Político
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