No hay “Plan B”. Fidel persiste en el error.

Por J. Enrique Olivera Arce




Sin la plena seguridad de que tiene en la bolsa la candidatura del PRI al gobierno de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa no habría solicitado licencia al encargo de diputado federal que le confiara la ciudadanía. A buen entendedor pocas palabras, confirmándose que no está en el ánimo de Fidel Herrera Beltrán el optar por otro plan que no sea el de impulsar y apadrinar la candidatura de su delfín.

Vistas así las cosas todo esfuerzo que realice Héctor Yunes Landa ó, en su caso, José Yunes Zorrilla por desbancar al ex secretario de finanzas del gobierno de la fidelidad, no sólo resultará vano también pone en riesgo su respectiva carrera política en Veracruz. La asamblea de notables, comprados o no, en su momento levantará el dedo a favor del joven e inexperto cordobés porque así lo quiere el que dicen manda en la entidad.

Y en eso confía el joven delfín y su equipo de campaña. La estrategia derivada de tal certidumbre tiene un solo curso de acción: confianza en Fidel Herrera Beltrán y su capacidad probada para ganar elecciones. En el interior del “cuarto de guerra”, los también neófitos operadores políticos se mueven en torno a tal convicción y es ya del dominio público que aseguran que la palabra “perder” no figura ni en el diccionario político del gobernador ni en los versículos bíblicos que cotidianamente le hace llegar conocido predicador.

En cuarteles de campaña diferentes, se mantiene firme la fe, asegurándose que en política no hay nada escrito y que bien podría darse el caso de que del plato a la boca callera la sopa, recordándose el caso del “Carbonellazo”. Eso si el gobernador Herrera Beltrán no obtuviera el consenso de las tres cabezas visibles de la cúpula priísta, que bien podrían objetar el proyecto “Duarte” si ven como riesgoso para el partido el contender en Veracruz con un candidato débil en el propósito de mantener la gubernatura de la entidad. O bien juzgar como peligroso para sus propios intereses que Fidel Herrera Beltrán se saliera con la suya aún en contra de la opinión calificada de Enrique Peña Nieto, Beatriz Paredes Rangel y Manlio Fabio Beltrones, que no es otra que la de Carlos Salinas.

Esperanzas forjadas al interior de los bunkers priístas opositores a Duarte de Ochoa, que consideran fundadas y que son compartidas en amplios círculos del partido ajenos a la corriente de la fidelidad que consideran de alto riesgo el que Herrera Beltrán imponga la candidatura del delfín si se llegara a concretar en el PAN la participación de Miguel Ángel Yunes Linares o la de Dante Delgado impulsado por Convergencia, PT y lo que queda del PRD en la entidad. “Si Duarte abandera al PRI en la búsqueda de la gubernatura, sus adversarios lo van a hacer pedazos”, se comenta. Lo cual objetivamente es más que probable en tanto que el diputado federal con licencia ha dado muestras de ser un hombre timorato, inestable, inexperto y sin carisma, atenido a su única estrategia electoral, la confianza en el padrinazgo que le embarcara en tan singular aventura.

Por su parte, sus adversarios lo ven así. Un candidato débil, sin luz propia cuyo discurso se concentra en seguir al pie de la letra el libreto que le dictan desde palacio de gobierno. Aunado a un apoyo muy relativo por parte de una directiva estatal priísta que se maneja con el mismo talante y que, por principio de cuentas, es rechazado por la mayoría tanto de notables como de la militancia común. Dante Delgado así lo percibe y en corto lo ha expresado, en tanto que los panistas públicamente han señalado que de persistir “el error” del gobernador, solos derrotarán al joven cordobés.

Diciembre se fue y en la brevedad de un enero dominado por pesada cuesta viene lo mejor. La interrogante en los círculos políticos sobre la decisión final de Fidel Herrera y lo que en el ámbito de su competencia opine la cúpula nacional del priísmo en torno a la candidatura a la gubernatura, en tanto que en el ánimo de la ciudadanía prevalecerá la promesa no cumplida del entonces diputado federal por el Distrito de Córdoba, quien a nombre de la diputación federal priísta comprometiera el rescate de la economía popular.