Nadie ni nada está a salvo

J. Enrique Olivera Arce


Con la desinformación como lugar común en una sociedad como la veracruzana, en la que los medios de comunicación privilegian la imagen del poder, su entorno y su discurso como verdad absoluta, difícilmente para hombres y mujeres comunes nos resulta comprensible el alcance de la crisis financiera norteamericana, su incidencia en el resto del mundo, y su impacto en la economía global, motor del sistema capitalista imperante. Para esta mayoría, el único indicador a nuestro alcance es el impacto que el fenómeno tiene sobre nuestra magra economía familiar. Y aún así, para muchos, el daño al bolsillo se atribuye al afán desmedido de ganancia del tendero de la esquina o, para los más avispados, a un gobierno que no vela por el interés de la ciudadanía.

Tal construcción lógica no carece totalmente de sentido. Tradicionalmente la población es víctima de comerciantes abusivos y lo sabe. Así como también en el imaginario popular, existe clara consciencia de que la clase gobernante tiende a beneficiar a quien más tiene en perjuicio de los más necesitados, correspondiéndole a la mayoría el rascarse con sus propias uñas; enfrentada a un gobierno que le es extraño, o bien lo juzga como su enemigo.

Sin embargo, la cosa no es tan simple. El capitalismo, como sistema dominante a nivel planetario, determina e interactúa en la vida y hacienda de todos, desde el más rico hasta el más pobre. Nada escapa a sus designios. Lo abarca todo y está en todo, hasta en lo más baladí como el que una persona decida cortarse el cabello o aplaudir a su político preferido. Parafraseando al insigne tecnócrata que opera como secretario de hacienda de la administración del Sr. Calderón Hinojosa, si el sistema es afectado por un catarrito, por contagio lo hace extensivo a toda la humanidad. Imaginémonos entonces que sucede cuando el centro neurálgico del sistema a nivel global, como lo es nuestro vecino del norte, padece pulmonía.

Nadie ni nada, está a salvo. La primera en verse afectada es la economía, la generadora de riqueza, satisfactores, empleo y reproducción de capitales. Se frena y retrocede el crecimiento económico de empresas y países; cunde el desempleo y se abate el poder real de compra de los consumidores, disminuyendo índices de bienestar y de nivel de vida de la población; exacerbando contradicciones como la desigualdad en ingreso y oportunidades e incrementándose los niveles de pobreza; desatención a la salud, a la educación y formación de nuevas capacidades. Arrastrando consigo en su caída a la política, al gobierno, y a la vida social en general. Todo imbricado en un todo globalizado. Razón de más para ocuparse y preocuparse por estar, si no vacunado contra la neumonía, cuando menos informado en previsión a lo que viene.

La política, o politiquería como bien corresponde calificarle, hoy no es lo sustantivo en Veracruz, ni nuestra entidad es el ombligo a contemplar en el espejo como podría apreciarse en la prensa diaria. Formamos parte de ese todo sistémico global. Quien asevere que estamos blindados y que, a contracorriente, la crisis mundial del capitalismo y su expresión neoliberal, nos hace lo que el viento a Juárez, cuidado, seguramente miente. Por cierto, la bursatilización si es deuda y no escapa a los efectos de la crisis general.

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