A Héctor Yunes Landa le debo una disculpa
Por J. Enrique Olivera Arce


Hace apenas un mes comenté que es sano conocer a tiempo a aquellos que aspiran a gobernarnos, afirmando que el diputado Héctor Yunes Landa se retrataba de cuerpo entero ante la ciudadanía como simple lambiscón. Opinión vertida atendiendo a su dicho de que: “Quien habla mal del Gobernador Fidel Herrera, quien lo cuestiona, lo señala o lo denosta, tiene automáticamente el repudio de los veracruzanos”. Hoy reconozco que me equivoqué al juzgar al legislador local fuera de contexto. Le pido disculpas.
Sin dejar de sostener que la ciudadanía está en su derecho de calificar, cuestionar, señalar, criticar e incluso de juzgar y condenar a los mandatarios que, a su juicio, no respondan al mandato ciudadano, sin que ello implique “escupir para arriba”, derivándose de ello mi crítica más que fundada a lo expresado por Yunes Landa, en su momento no consideré que en el marco del clima antidemocrático que priva al interior del partido de la fidelidad en Veracruz y en el contexto de sumisión que en el priísmo estatal se guarda para con el titular del poder ejecutivo, frente a la injuria panista el diputado local estaba más que obligado a salir en defensa de Fidel Herrera Beltrán, así fuera con una declaración tan poco afortunada como la ya mencionada.
Pasado el proceso electoral y su secuela de guerra sucia, las circunstancias cambian. El contexto es otro y en este el Sr. diputado Héctor Yunes landa está demostrando contar con valores éticos que le honran y distinguen.
No se si llegue a concretar su aspiración de representar a su partido en la elección para gobernador el próximo año. De eso el tiempo y las cambiantes circunstancias dirán la última palabra. Lo que si puedo afirmar sin esta vez tener que reconocer equivocación alguna, es que cuenta con todo el derecho a intentarlo y así deberían considerarlo quienes ahora le dan la espalda y lo injurian con el mote de “traidor”.
¿Traidor a quién? ¿Al gobernador Herrera Beltrán? Nada más alejado de la lógica política que tal aseveración. Con su decisión personal de declarar públicamente tener los atributos necesarios para aspirar a la gubernatura de Veracruz y, por ende, actuar en consecuencia, ratifica su convicción, congruente y legítima, aunque a mi juicio cuestionable, de que en la administración que preside Fidel Herrera Beltrán prevalece la libertad de expresión, el respeto a quien piensa diferente, existiendo en Veracruz un clima propiciatorio para la vida en democracia.
Quienes no lo quieran entender así, dejados llevar por la sumisión, la lambisconería o el interés patrimonialista de coyuntura, que les dice que el oponerse a la idea de que para el gobernador sólo hay un aspirante a sucederle en la gubernatura, y este es Javier Duarte de Ochoa, es incurrir en traición, son precisamente aquellos que ni toleran la libertad e independencia de pensamiento, ni mucho menos ven con buenos ojos el que la democracia prospere en Veracruz.
Por cuanto a la ciudadanía en general, ajena a la grilla palaciega, harta de la simulación, engaño y demagogia -como se pusiera de manifiesto con su ausencia mayoritaria en las urnas-, la actitud asumida por Yunes landa debería ser buena señal. Con su valor civil concita a nuevos y más limpios aires a respirarse en el PRI estatal. Sectores conscientes de la población no aceptan ya imposiciones arbitrarias y silencio cómplice, mucho menos estando de por medio la gubernatura y con ello el futuro de Veracruz.
De esto último deberían también tomar nota los partidos políticos que habrán de contender contra el priísmo en el 2010. El mensaje del pasado cinco de julio fue más que evidente.
Con el destape de Héctor Yunes Landa, el PRI cuenta no solo con dos aspirantes a la gubernatura, también se observa la existencia de dos corrientes al interior del partido; dos tendencias con diferente visión de cómo buscar la permanencia en el gobierno de Veracruz. Ello enriquece al tricolor y a partir de la sana confrontación de ideas y propuestas diferentes, la mejor opción para el PRI en el 2010 debería ser la de aquel que demuestre preparación, capacidad, madurez política, así como visión de Estado y voluntad política suficientes para convencerse, a sí mismo y al electorado, de que afrontar los no pocos retos que implica navegar en medio de la crisis no es tarea ni fácil ni de un solo hombre, cuando los rezagos estructurales pesan más que discursos triunfalistas y expectativas asistencialistas inadecuadamente sustentadas en tesis neoliberales ya superadas por la realidad.
Dadas las condiciones de desastre por las que atraviesa el país, y Veracruz no es ajeno a tal escenario, a mi juicio aquel de los aspirantes y quien en su momento candidato del PRI a la gubernatura, sea capaz de entender que la desigualdad y la pobreza alcanzan ya límites inaceptables, reconociendo que el futuro apunta a marchas forzadas por los amplios caminos de la izquierda para salir avante, contará sin duda con amplio respaldo de las mayorías. El tiempo y las circunstancias hablarán entonces.
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